En las mitologías primitivas las diosas son primordiales. La manifestación más elemental de la Diosa en las primeras tradiciones agrícolas del Neolítico es como Madre Tierra. La Tierra proporciona la vida, y la Tierra alimenta la vida, por eso es análoga al poder femenino.


La naturaleza le ha dado a la mujer su poder, convirtiéndola, por decirlo de algún modo, en una manifestación, en la significación del misterio de la propia naturaleza. Así pues, la mujer fue el primer ser venerado en la historia de la cultura.



Su cuerpo es su magia: es el receptáculo de la vida humana. Por lo tanto, la magia de la mujer es primaria y natural. Por el contrario, el macho aparece siempre representando algún papel en concreto, desempeñando cierta función o actividad.



En esa mitología primitiva, centrada en la Diosa, el sol, al igual que la Tierra, es femenino. Ella es la transformadora. Recibe la semilla del pasado y a través de la magia de su cuerpo la proyecta hacia el futuro.


texto «Diosas» de Joseph Campbell
con Tania Zamarreño
fotografía de Simón Planes